Su incapacidad para volar y lo apetitoso de sus huevos (13 centímetros de longitud y 400 gramos de peso) y carne las hicieron un apreciado alimento y unas presas perfectas ya en la prehistoria, como demuestran varios yacimientos paleolíticos.
Fue sometida a
una caza despiadada: por otra parte, eran aves confiadas en exceso, que se
dejaban capturar con gran facilidad. A finales del siglo XVI el alca gigante ya
había desaparecido de la Europa continental y en América del Norte sólo
abundaba al norte de Nueva York. Los naturalistas del siglo XVIII describen su
sabor como atroz, pero parece que los marineros no tenían un paladar tan
exquisito y paraban a menudo durante sus viajes para aprovisionarse de su carne
y, sobre todo, de sus huevos. Cuando Linneo nombró la especie, inicialmente
como Alca impennis, en 1758, el alca gigante era un animal sumamente raro en
Europa, incluso en islas delmar del Norte donde un siglo antes abundaba. En
1790 se capturó un ejemplar en Kiel, lo que causó gran extrañeza por ser el
único visto en el mar Báltico en años. Hacia 1800, la especie ya se había
extinguido en Norteamérica y su distribución se reducía a Islandia.
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