Sin embargo, se cree que parte de su ADN ha llegado hasta nuestros días
entre el genoma del demonio de Tasmania, por lo que no es
una especie totalmente perdida.
El lobo marsupial se extinguió en la Australia continental miles de
años antes de la llegada de los colonos europeos, pero sobrevivió en la
isla de Tasmania junto con otras especies endémicas, como
el diablo de Tasmania (Sarcophilus harrisii). Generalmente
suele culparse de su extinción a la caza intensiva, incentivada por
recompensas, pero podrían haber contribuido otros factores, como por ejemplo
las enfermedades, la introducción de los perros, o la ocupación de
su hábitat por los humanos. A pesar de su clasificación oficial como extinto todavía se informan avistamientos, aunque ninguno ha sido probado de manera
concluyente.
Al igual que los lobos placentarios, el lobo marsupial era
un superpredador. Pero al tratarse de un marsupial, la especie no
tiene relación filogenética con los cánidos, y sin embargo, debido a
una convergencia evolutiva, presentaba una apariencia y adaptaciones
similares. Su pariente vivo más cercano genéticamente es el hormiguero
marsupial o numbat (Myrmecobius fasciatus).
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